El ácido hialúronico (AH) es un gran aliado para el cuidado de nuestra piel. Actúa como una esponja, capaz de retener grandes cantidades de agua en la piel, aporta volumen, además de reducir las arrugas y disimular las líneas de expresión.
El AH es un ácido polisacárido que se encuentra de forma natural en nuestro organismo especialmente en nuestra piel. Actúa para asegurar su estabilidad y mantenerla protegida y renovada constantemente. Contiene agua en un 99.5% (una sola molécula puede contener hasta 1000 veces su peso en agua) y juega un papel importante en la formación de colágeno estable y en la organización de la matriz extracelular.
Un tercio de todo el ácido hialúronico del organismo se sintetiza y degrada cada día. Con los años, a partir de los 35 años, disminuye mucho la capacidad natural de sintentizar ácido hialúronico lo que contribuye al envejecimiento de la piel por eso es tan importante reponerlo.
Fue en la década de los 90 cuando el ácido hialurónico comenzó a usarse en cosmética como un tratamiento contra las arrugas. En este ámbito, el ácido hialurónico actúa desde el interior de la piel. Se utiliza en forma de viales inyectables. De esta forma, esta sustancia consigue devolver el volumen inicial a nuestro rostro y a aportarle una hidratación en profundidad.
Otro de sus grandes ventajas a destacar es que también mejora la tersura y luminosidad de la piel, corrigiendo los primeros signos del envejecimiento cutáneo y manteniendo nuestra piel joven de forma duradera.
En primer lugar, se aplica anestesia tópica en la zona a inyectar. Muchos ácidos hialurónicos llevan incluida la lidocaína como anestésico lo que hace que el procedimiento sea indoloro. Es por tanto una técnica muy poco molesta. Una vez terminada, el paciente puede volver a su vida normal bajo los consejos del médico responsable, evitando el contacto directo con el sol. Los efectos secundarios más frecuentes que pueden aparecer son enrojecimiento o inflamación de la zona tratada y suelen desaparecer unos días más tarde sin dejar secuelas
Los resultados no son inmediatos, sino que van notándose días después. Los efectos pueden durar entre 6 y 12 meses dependiendo del tipo de sustancia inyectada, la zona tratada y la genética y anatomía del paciente.